Conferencia de verano: Juliano, el hijo del Sol (Oeiras-Cascais, Portugal)
Organizada por Nova Acrópole Oeiras-Cascais y con el apoyo de la Câmara Municipal de Oeiras, tuvo lugar esta conferencia, dictada por Sara Santos, coordinadora del Grupo de Aventura Teseu y profesora de Nova Acrópole Oeiras-Cascais. El acto se desarrolló en el Complejo del Palacio Marquês de Pombal, en Oeiras.
En ella se trató sobre la vida y pensamiento del emperador-filósofo Juliano, considerado por algunos el Hijo del Sol (Helios).
La decadencia de Occidente comenzó con la caída del Imperio Romano en tiempos de Constantino, quien al mandar cerrar los viejos Templos Iniciáticos, las Universidades griegas y helenísticas, los centros de Oratoria, … rompió la columna vertebral de la cultura que unía a tantos millones de personas en tres continentes.
Más tarde, el emperador-filósofo Juliano, aunque había recibido educación cristiana desde su niñez, por orden de su tío Constantino, ya en uso de razón y pasada la adolescencia, se inclinó hacia los viejos tratados de Platón, Aristóteles y los maestros estoicos y neoplatónicos. Trató de rehacer el Imperio mandando reparar los Centros Iniciáticos de Eleusis y Delfos, y las Bibliotecas de Pérgamo y Alejandría, que habían sido destruidas e incendiadas durante el reinado de Constantino.
Se dice que, en su última noche, tuvo una visión: Vio el Águila Imperial de Roma, símbolo de Zeus-Júpiter, que volaba hacia Oriente y se refugiaba por casi dos milenios en las montañas más altas del mundo, luego volvía a Occidente y el Imperio la aclamaba. Consultado el augur, éste le dijo que el Imperio moriría con él, pero que la sabiduría que ahora escapaba de Occidente, volvería para rehacerlo, luego de haber permanecido escondida muchos años en el Tíbet.
La primera parte de la profecía se cumplió. Muerto Juliano, el Imperio, que había durado ocho siglos, se dividió en dos: el Imperio Romano de Occidente, con base en Roma, y el Imperio Romano de Oriente, con capital en Bizancio.
Podemos acercarnos a la grandeza de este filósofo con la lectura de su siguiente frase:
“El hombre es inteligencia, es sabiduría, es, en una palabra, el dios que está en nosotros, y que en nosotros constituye la clase de alma más perfecta, aquella que Dios dio a cada uno como un genio, que decimos residir en la parte superior de nuestro cuerpo y que nos eleva de esta tierra hacia nuestro parentesco celeste”.