Algunos miembros de la Escuela de Filosofía Nueva Acrópolis, sede Rionegro, emprendimos una visita a la Casa Museo Tomás Carrasquilla, en Santo Domingo. Más que un recorrido turístico, fue un encuentro con la memoria de un escritor que supo narrar el alma antioqueña con un lenguaje tan sencillo como profundo. Ver sus libros, manuscritos, retratos familiares y la famosa Biblioteca del Tercer Piso fue como caminar por las huellas de alguien que entendió que la cultura es raíz y, al mismo tiempo, horizonte.

Esta experiencia fue la antesala perfecta para nuestro Banquete Literario, realizado en nuestra sede días después de la visita. Allí, alrededor de la palabra y el diálogo, nos sumergimos en algunas de sus obras más representativas, como La Marquesa de Yolombó y A la diestra de Dios Padre. Entre lecturas y reflexiones compartidas, descubrimos a un Carrasquilla que no escribía desde la distancia, sino desde la cercanía con su tierra y su gente. Sus personajes, llenos de humanidad y picardía, nos hicieron reír, pensar y reconocernos en tradiciones que, aunque antiguas, siguen latiendo en nuestra identidad cultural.

El legado de Carrasquilla no se queda en los estantes de una biblioteca ni en los muros de un museo; vive en la memoria colectiva de quienes lo leen, lo estudian y lo mantienen vigente. Y en tiempos de globalización acelerada, rescatar nuestras raíces no es un gesto de nostalgia, sino una afirmación de lo que somos y de lo que queremos proyectar al mundo.